Petro en la ONU: discursos potentes, acciones ausentes
Gustavo Petro habló en la ONU sobre Gaza y la paz global, pero sin anunciar ayudas concretas. ¿Por qué su discurso no se traduce en acciones reales?
En su más reciente intervención ante la Asamblea General de la ONU, el presidente Gustavo Petro elevó su voz contra lo que llamó un genocidio en Gaza, convocó a una especie de “ejército de salvación global” para Palestina y pidió acción internacional urgente.
Es legítimo y justo defender la dignidad de los pueblos que padecen guerra, injusticia y muerte. Nadie sensato puede negar que lo que vive Palestina merece atención, solidaridad y medidas concretas. Pero ahí donde muchos reconocen el derecho a protestar y exigir, otros levantan la pregunta que hoy resuena con fuerza: ¿por qué el discurso no se traduce en acción concreta?
¿Dónde están las ayudas humanitarias?
Petro señaló con energía lo que considera una inmoralidad global. Pero en sus exhortos públicos no hizo mención —o lo hizo de un modo tan vago que pasó casi desapercibido— de enviar alimentos, ropa, medicinas, refugio, infraestructura sanitaria, hospitales de campaña o mecanismos logísticos concretos.
La diplomacia protesta, la indignación se comparte, pero las vidas se salvan con envíos, con operaciones sobre el terreno, con canales efectivos de cooperación. Mientras tanto, los lanzamientos de misiles, los bombardeos, la destrucción y el hambre siguen expandiéndose. La pregunta no es de moral, es de eficacia.
¿Una política internacional o un show diplomático?
El discurso radical de Petro —admirado por algunos, controvertido para muchos— tiene, sin duda, impacto. Pero el poder se mide no solo con palabras en la ONU, sino con gestos tangibles. Si la política exterior del gobierno se basa en “voces fuertes”, en pronunciamientos que retumban en la Asamblea, pero carece de mecanismos, de alianzas operativas, de redes logísticas, ¿cuánto peso real tiene esa oratoria?
En su alocución, denunció “en Washington y la OTAN matan la democracia”, habló de misiles, acusó alianzas militares y evocó revoluciones. Su postura es firme. Pero cuando se exige que el Estado colombiano actúe (envíos, diplomacia operativa, presión diplomática concreta), el silencio es elocuente.
Tres preguntas que el discurso no responde
- ¿Cuál es el plan de ayuda humanitaria concreta que Colombia dirigirá a Gaza o zonas afectadas?
- ¿Qué mecanismos diplomáticos ha activado el gobierno para garantizar puertos seguros, corredores humanitarios o acuerdos de paz efectivos?
- ¿Cómo usará Colombia su próxima posición en el Consejo de Seguridad de la ONU (a partir de 2026) para impulsar acciones más allá del simbolismo?
Si no hay respuesta clara, lo que queda es el eco de frases poderosas que, aunque resonantes, pueden tener poco sustento práctico.
Opinión final
La oratoria de Petro ante la ONU despierta emociones, rompe el guion de la diplomacia tradicional y sitúa a Colombia en el ojo global del debate sobre Gaza. Pero cuando el foco se traslada del micrófono al impacto real, el contraste emerge: el mundo espera impacto, no solo indignación.
Defender causas justas es un deber. Pero gobernar también lo es. Quienes critican que el discurso sea más brillante que las acciones de fondo no lo hacen desde cinismo: lo hacen desde la urgencia de quienes saben que las palabras inspiran, pero los actos salvan.