La Marcha del Silencio: De la indignación a la acción por un Antioquia y un país sin más violencia
Medellín y decenas de ciudades en todo el país se unieron en la Marcha del Silencio, un poderoso gesto de rechazo a la violencia que ha golpeado a Colombia. Convocada por Andrés “El Gury” Rodríguez, la manifestación reclamó, con voz unánime y firme, un alto a la escalada de ataques políticos y a cualquier forma de agresión que amenace la convivencia y la democracia.
Antioquia resiste y Medellín más
Cientos de Antioqueños caminaron en silencio, portando velas y pancartas que rezaban mensajes como “No más violencia” y “De la indignación a la acción”. A su paso, se sumaron corporados del Centro Democrático y concejales del Concejo de Medellín, demostrando que la política puede –y debe– unirse cuando la vida y la paz están en juego. Este acto de unidad fue una señal clara al Gobierno Nacional: Antioquia resiste, y Medellín, aún más.
Un grito colectivo por la justicia y la paz
La marcha no fue un simple acto de lamento, sino un compromiso activo. Cada paso silencioso exigió medidas concretas: mayor protección para líderes políticos y sociales, investigación rigurosa de los atentados y un plan real que ponga fin a las balas y a la impunidad. “No basta con condenar; queremos soluciones”, proclamaron los organizadores. Este mensaje trasciende simpatías partidistas: es un clamor ciudadano para que la indignación se convierta en políticas valientes y en acciones que garanticen la seguridad de todos.
Solidaridad con Miguel Uribe
Entre los motivos que encendieron esta marcha estuvo el reciente atentado contra el Senador y Precandidatos Miguel Uribe, cuya recuperación es hoy el deseo de toda la comunidad. Su salud y su vida representan, para muchos, la vulnerabilidad de quienes se atreven a alzar la voz. “Miguel, te esperamos pronto de vuelta”, rezaban las pancartas, recordando que detrás de cada cifra de violencia hay rostros, familias y sueños interrumpidos.
Un mensaje al Gobierno: actuar o callar
La Marcha del Silencio envía un mensaje al Ejecutivo: si la respuesta no es concreta y urgente, el descontento se hará aún más ruidoso. No se trata de confrontar por confrontar, sino de exigir el deber que tienen las autoridades de proteger a los colombianos. El silencio de hoy es la advertencia de mañana; solo a través de la acción decidida podremos construir un futuro donde la política sea reconciliación y progreso.
Del silencio nace la esperanza
Así como un grito en el viento lleva consuelo y fuerza, esta movilización silenciosa sembró esperanza. Fue un recordatorio de que, cuando la sociedad civil se une, no hay miedo que perdure ni violencia que calle su voz. Que Antioquia y Medellín hayan encabezado esta ola de paz reafirma que la región resiste ante la adversidad y que, más allá del dolor, late el anhelo de un país libre de amenazas.
Hoy, la invitación es clara: pasemos de la indignación a la acción. Participemos, denunciemos, vigilemos nuestras instituciones y respaldemos a quienes, como Miguel Uribe, luchan por servir. Solo así construiremos, con paso firme y sin levantar la voz al son de las balas, la Colombia que merecemos.